el cielo

porque a veces nos olvidamos de mirar el cielo
me paro, pies ancho de hombros
brazos cuelgan al costado del cuerpo
los ojos son el deseo, la cabeza
su servidora
se encandila el faro propio
que ilumina la llegada de solitarias, nubes
sobre el fondo nítido celeste, perderse es como oler
una fragancia que reconocemos pero no recordamos
es tan amplio me digo, estirado parece
hay un lugar entre la vista y el oído
una intersección, el punto g
de la mirada que descansa posada
en una hoja seca que cae
lenta perezosa como flotando, y nos roza
el costado de la mano y más tarde el dedo gordo del pie
para comenzar a arrastrarse
haciendo un ruido rasposo, crujiéndose
un lamento una despedida un llamado
a la atención de lo que sucede
allí
arriba